sábado, 22 de octubre de 2011

COMO USAN LOS JOVENES LOS SERVICIOS DE REDES SOCIALES?

Estamos un poco vacilantes. Pensamos que tal vez sea mejor titular este artículo “Tratando
de entender cómo usan los jóvenes los servicios de redes sociales”. No es una diferencia
radical, está claro, pero en algún punto evidencia nuestra postura. Cuando tratamos de
entender observamos, dialogamos, hacemos un esfuerzo por situarnos por un instante, en
el lugar del otro. Luego volvemos a ser nosotros aunque diferentes, porque como sucede
con el conocimiento, una vez adquirido algo cambia.
De eso se trata en parte este artículo, de ubicarnos en el rol de adultos que intentan
comprender algunas prácticas de los adolescentes asumiendo además, que los esfuerzos por
saber de qué se trata tienen sus efectos colaterales, entre otros: que el análisis en torno de los
jóvenes nos conduce a la reflexión de nuestros propios modos de entenderlos, que conlleva
supuestos a partir de nuestros propios usos de las redes sociales y nos indica que no hay
decálogo a seguir y que, no obstante, es posible ofrecer a los jóvenes algunas estrategias que
los habiliten a tomar decisiones con anticipación, a fin de no quedar cautivos de las propias
acciones llevadas a cabo irreflexiva e ingenuamente.
Entonces, a partir del texto de Danah Boyd (2007), una especialista que estudió la
participación de los adolescentes en estos espacios
(2)
, empezaremos, por caracterizar los
servicios de redes sociales y las prácticas de los jóvenes en ellas. Intentaremos comprender
qué implica construirse un perfil personal
(3)
vinculado con los modos de presentarse en la
red para, finalmente, desarrollar el concepto de “gestión de las impresiones” del sociólogo
canadiense Erving Goffman en función de las prácticas de socialización de los adolescentes,
de ser aceptados por sus pares.
Algunos aspectos de los servicios de redes sociales
Si bien cada servicio de red social tiene sus propias particularidades y usos específicos,
como espacios de comunicación y publicación, comparten algunos aspectos afines que aquí
nos interesa destacar: la posibilidad de crear un perfil propio, establecer contactos, realizar
comentarios, etc.
Pero, ¿en qué consiste crear (se) un perfil personal? En principio, supone realizar una
descripción de sí mismo a través de distintos recursos (textos, fotografías, videos, sitios web
favoritos, etc.). En general, el perfil se construye al completar formularios predeterminados
que solicitan datos demográficos (edad, sexo, ubicación, etc.), gustos (intereses, libros o
discos favoritos, etc.), y una imagen.
Luego de reunir los primeros elementos del perfil (que siempre estará sujeto a una constante
actualización), el siguiente paso será establecer vínculos con otros usuarios que podrían o
no pertenecer a la misma red. Una vez que las dos partes acepten crear el vínculo, pasan a
integrar la lista de amigos, seguidores o contactos que también podrán ser leídos como parte
de nuestro perfil.
1) Este artículo integra, junto a
otros, una serie que se basa en el
documento de Boyd, D. (2007): “Why
Youth (Heart) Social Network Sites: The
Role of Networked Publics in Teenage
Social Life” (Traducción de de la Unidad TIC del Ministerio de Educación de
la Nación: Por qué los jóvenes aman
los sitios de redes sociales. El rol de
los públicos en red en la vida social de
los adolescentes). MacArthur Foundation Series on Digital Learning – Youth,
Identity, and Digital Media Volume (Ed.
David Buckingham). Cambridge, MA:
MIT Press.
Cabe destacar además, que el texto
que aquí desarrollamos toma algunos
conceptos de la autora que han sido
traducidos del original en inglés, pero
cuya intención no ha sido elaborar
una copia fiel del mismo sino una interpretación en el más amplio sentido
del término.
2) Ella estudió el servicio de redes
sociales Myspace, pero sus argumentos pueden ser utilizados para pensar
en torno a otros servicios de redes
sociales. En este texto abordaremos,
fundamentalmente, las prácticas que
se desarrollan en torno de Facebook.
3) Hablamos de perfil personal, ya
que algunas redes sociales como
Facebook permiten crear perfiles de
grupos, instituciones, etc.Además, estos espacios disponen de un lugar –en el caso de Facebook, el muro– donde a
través de comentarios, se interactúa socialmente entre amigos de manera pública, dejando a
la vista de otros lo que allí se escribe.
En Facebook, la información del perfil es -por defecto y hasta el momento- pública y accesible
para cualquiera a menos que, deliberadamente, se utilice la herramienta de configuración de
privacidad
(4)
para determinar quién puede ver qué. Es importante destacar que, según los
hallazgos de Boyd, lo que hace que estas prácticas sean significativas y considerables para los
jóvenes es que se realizan en público: los amigos se relacionan públicamente, los perfiles son
vistos públicamente y los comentarios también.
La gestión de las impresiones y la construcción de la identidad
Cuando Boyd les preguntó a los jóvenes por qué se unieron al sitio de la red social, la
respuesta más común fue “porque es donde están mis amigos”. Al indagar sobre lo que
hacían allí, la explicación fue más imprecisa: “… no sé, simplemente paso el rato”.
A pesar de la vaguedad de estas explicaciones, para la autora hay un mensaje claro: los
servicios o sitios de redes sociales dan soporte a la sociabilidad entre grupos preexistentes
de amigos. Los adolescentes usan estas redes para conectarse con los amigos de manera
complementaria a sus encuentros en los espacios tradicionales. Ellos dicen que “pasan el rato”
(5)
es decir, están conectados, escriben, miran otros perfiles y sitios, suben fotos, escuchan
música, bajan archivos y mientras, también, hacen otras cosas “no tecnológicas”. Pareciera
ser que pasar el rato implica para ellos una manera de estar en el mundo habitándolo como
un todo, como una continuidad integrada, lejos de la tradicional oposición on-line/off-line
(en línea/fuera de línea).
Ahora bien, estar y mostrarse en la red implica un aprendizaje y este aprendizaje se hace a
través de los amigos o pares. ¿Cómo? Mirando los perfiles que estos (o los amigos de los
amigos) han construido. De esta manera, adquieren un sentido acerca de qué presentaciones
son socialmente aceptables. La forma en que los otros se muestran (la selección de fotos, los
comentarios, etc.) constituyen claves fundamentales sobre qué expresar en el propio perfil.
Así, el quién soy (o el quién quiero que los demás crean que soy) se va modelando conforme
las interpretaciones y evaluaciones personales de las diversas puestas en escena, del mismo
modo (aunque no con los mismos recursos) que lo hacemos en las interacciones cotidianas
fuera de la red: usamos nuestros cuerpos para proyectar información sobre nosotros mismos
a través del movimiento, la ropa, el habla y las expresiones faciales. Lo que presentamos es
el resultado del esfuerzo por transmitir quiénes somos.
Por supuesto, nuestra representación no siempre es interpretada como esperamos. Por
eso, desarrollamos una habilidad que Goffman (1956) denomina –y nosotros traducimos
como– “gestión de las impresiones” que es, ni más ni menos que el manejo de la imagen
–en su más amplio sentido– que causamos en los demás. Este es un proceso largo que se
va perfeccionando con la experiencia, en el cual las personas buscan definir una situación a
través de su comportamiento. Con el tiempo, aprendemos a interpretar las reacciones de los
otros y ajustamos nuestros modos de actuar en función de aquellas.
En las redes o entornos mediatizados esto cambia. El cuerpo no es visible y las habilidades
necesarias para entender las situaciones y controlar las impresiones que producimos en los
demás, son diferentes. El acto de articular el texto, las imágenes, el audio y el video nos
proporcionan sentidos para desarrollar nuestra formas de presentarnos virtualmente.
Vale la pena aquí hacer un paréntesis en tanto creemos que se abre un espacio para promover
la reflexión entre los jóvenes dado que, el mismo proceso de construcción del perfil impone un
momento para pensar y elegir qué información subir y cuál no. Claro que la decisión de ellos está
atravesada por intereses vinculados a la gestión de su imagen, pero nosotros podemos introducir
el aspecto de la privacidad y el uso ético y responsable de lo que se publica.
4) La aplicación que permite configurar la privacidad en el caso de Facebook brinda diversas opciones que
permiten que el usuario establezca qué
información de la que está subida a su
espacio desea compartir y con quién.
Al respecto, existen muchos tutoriales
que enseñan a usar esta aplicación.
Aquí proporcionamos el link para
acceder a uno de ellos producido por:
INTECO y Universidad Politécnica de
Madrid. “Red social: FACEBOOK. Guías
de ayuda para la configuración de la
privacidad y seguridad de las redes
sociales” en: http://www.inteco.es/file/
nVpd_oWQO0blBIiD4wnTxQ, [Última
consulta: 18 de agosto de 2011.]
5) Esta frase (en inglés, “Hanging
out”), en realidad, es una de tres
categorías que algunos autores han
formulado para describir los modos de
participación que tienen los jóvenes
en los medios digitales. Las otras categorías son: “messing around”, que no
tiene una traducción literal pero puede
entenderse como andar por ahí
probando, mezclando, equivocándose,
haciendo lío, y “geeking out”, para la
cual tampoco existe su equivalente en
español, pero tiene que ver con las
acciones que realizan los amantes/
adictos a la tecnología que se dedican
a experimentar intensivamente con
ella, probando aplicaciones específicas
y dispositivos disponibles. En general
son reconocidos en su comunidad y
poseen cierta credibilidad que tratan
de alimentar.
Es importante subrayar que estas tres
categorías conciben a los jóvenes
como creadores, conectores, comunicadores y colaboradores y no como
simples consumidores o usuarios pasivos de estos medios. Hacemos esta
aclaración dado que “pasar el rato”
puede interpretarse en nuestro idioma
como estar sin hacer nada, como
una especie de deriva indiferente y
superflua. Para profundizar, ver: Horst,
Heather; Herr-Stephenson, Becky
y Robinson, Laura (2010): “Media
ecologies” en: Ito, Mizuko: Hanging
out, messing around, and geeking
out : kids living and learning with new
media, The John D. and Catherine T.
MacArthur Foundation Series in Digital
Media and Learning, Massachusetts
Institute of Technology.De todos modos, hay que considerar que aun habiendo reflexionado sobre lo publicado,
nadie puede controlar las interpretaciones que hacen los demás sobre lo que subimos a la
red
(6)
.
En definitiva, a través de sus perfiles virtuales, los adolescentes expresan aspectos salientes
de sí mismos (que pueden o no asemejarse a las formas de mostrarse fuera de la red) para
que sean vistos e interpretados por sus amigos y pares (compañeros de escuela, del club, del
trabajo, del barrio).
Esta conexión entre su identidad dentro y fuera de la red es la que los adolescentes gestionan
para presentar el lado que ellos mismos creen será bien recibido por sus pares. Y este deseo
se relaciona con la demanda más general de ser aceptado por el entorno y la exigencia de
responder a la presión y a la necesidad de “tener onda” para lo cual, realizan muchas acciones.
Entre ellas, está la de agregar amigos a su red de contactos, aunque estos no lo sean en el
sentido estricto del término, es decir, incluyen a gente dentro del propio perfil que le puede
sumar valor (onda) independientemente de que se tenga una relación de amistad porque,
en la red, las personas forman opiniones sobre otras basándose en la lista de contactos, los
grupos a los que adhieren. Algo así como dime a quién conoces y te diré quién eres.
Este proceso de aprender a leer las pistas sociales es central en la socialización de los
adolescentes. Por supuesto, que la manera en que los jóvenes aprenden a manejar las
impresiones varía según las culturas, pero para todos esto forma parte de su crecimiento
(7)
.
Los años de la adolescencia son fundamentales para desarrollar estas habilidades, para
construir narraciones que den cuenta de sus subjetividades dentro de la sociedad. Para ello,
disponen de material proveniente de la cultura de masas que los constituyen y los interpela
en diversos ámbitos, estén o no frente a la pantalla:
Cuando los jóvenes tararean las canciones de moda, cuando llevan puesta una remera
con inscripciones, cuando compran la ropa de marca, ya no están frente al aparato de
radio o televisión [o la computadora agregaríamos nosotros]. Están mirándose a la cara los
unos a los otros, se están comunicando más allá de la presencia del medio. Como dice la
antropóloga María Teresa Quiroz (2003: 64) es en el cuerpo, en el rostro, en la manera de
hablar, en lo que se come, en lo que se canta, donde la cultura de masas se muestra a cada
instante.
(8)
En esa misma línea, la antropóloga Rossana Reguillo Cruz (2000) sostiene que el acceso
a determinados objetos emblemáticos y –podríamos sumar, a ciertos espacios como los
servicios de redes sociales–, conforman “una de las más importantes mediaciones para la
construcción identitaria de los jóvenes, que se pone de manifiesto no solo como marcas
visibles de ciertas adscripciones sino, fundamentalmente, como un modo –entre otros– de
entender el mundo”. A través de estas formas simbólicas, los jóvenes se identifican con unos
(pares) y se diferencian de otros (adultos) y es en este terreno, el de la expresión, donde
ellos se visibilizan.
Como plantea Sundén (2003), los jóvenes aprenden a “escribir su propio ser” (“write themselves
into being”), a construir-se una identidad. En esa misma línea, el filósofo especialista en estudios
culturales, Jesús Martín Barbero (2009) en el concepto de identidad narrativa indaga en los
sentidos de la palabra “contar” para transmitir esta necesidad que tenemos los seres humanos
de decirnos frente a un prójimo que a su vez deseamos que nos tenga en cuenta:
Toda identidad se genera y constituye en al acto de narrarse como historia, en el proceso y la
práctica de contarse a los otros. Que es de lo que nos habla la preciosa polisemia en castellano
del verbo contar. Pues contar significa narrar historias pero también ser tenidos en cuenta por
los otros, y significa además hacer cuentas. En ese solo verbo tenemos la presencia de las dos
relaciones constitutivas. En primer lugar la relación del contar historias con el contar para los otros,
con el ser tenidos en cuenta. Ello significa que para ser reconocidos por los otros es indispensable
contar nuestro relato, ya que la narración no es solo expresiva sino constitutiva de lo que somos
tanto individual como colectivamente. Y especialmente en lo colectivo, las posibilidades de ser
re-conocidos, tenidos en cuenta y de contar en las decisiones que nos afectan, dependen de la
capacidad que tengan nuestros relatos para dar cuenta de la tensión entre lo que somos y lo que
6) Este punto será desarrollado en
otro artículo de la serie que ya hemos
referido.
7) El sociólogo Tenti Fanfani
(2000) sostiene que los jóvenes no
constituyen un grupo homogéneo.
No todos los que tienen la misma
edad participan de la misma “clase
de edad”, ya que poseen diferentes
características y experiencias vitales
(formar pareja, trabajar, alcanzar la
autonomía económica, estudiar, etc.).
Las identidades sociales no tienen
una única causa, por el contrario,
están compleja y multidimensionalmente articuladas con un conjunto
de elementos sociales, económicos
y políticos.
Para ampliar este tema, ver entre
otros: Reguillo Cruz, Rossana (2000).
8) Batista, M. Alejandra y otros
(2007), Tecnologías de la información
y la comunicación en la escuela:
trazos, claves y oportunidades para su
integración pedagógica, Ministerio de
Educación, República Argentina, págs.
29-30. La cita realizada corresponde
a Quiroz, María Teresa (2003), Aprendizaje y comunicación en el siglo XXI,
Buenos Aires, Norma.queremos ser. Y en segundo lugar se halla la relación también constitutiva del contar (narrar y ser
tenido en cuenta) con el hacer cuentas, cuyo significado es doble. Pues si, de un lado ello, instaura
la relación entre el reconocimiento y la participación ciudadana, la capacidad de participación e
intervención de los individuos y las colectividades en todo aquello que les concierne; por otro,
ello instaura también la relación perversa del narrar con el mercado al cooptar desde el valor
(comercial) el sentido de las traducciones culturales y de la circulación de las narraciones.
A nuestro modo de entender, este magnífico párrafo condensa entre otras cosas, esta
necesidad humana de ser para uno mismo pero también para los demás.
En este sentido, la red les posibilita a los adolescentes ir explorando diferentes facetas de
su ser, a través de las fotos, los videos y la escritura (adoptando diversos estilos, temas) y
recibir respuestas que les permitan cotejar el grado de aceptación o rechazo que tienen sus
producciones, sin las constricciones que impone lo físico, lo social y lo económico cuando
se encuentran fueran de la red. Los jóvenes participan de las redes sociales entre otras
cosas, para expresar sus gustos culturales, sus identidades sexuales, sus personalidades y
sentimientos sobre sus relaciones, con la ventaja de poner en juego conflictos que en el offline sería difícil hacer o a un alto costo (Turkle, 1995).
De todos modos, el uso de la red por parte de los adolescentes como un espacio donde es
posible contar algo de sí mismos, no conlleva per se un uso reflexivo. Para ello, es necesario
que los adultos y fundamentalmente los docentes conozcan las prácticas de sus alumnos y traten
de comprender sus narraciones en tanto saberes que los jóvenes traen y que es preciso incluir
en el ejercicio pedagógico diario. Definitivamente, solo si hacemos el esfuerzo de entenderlos
podremos pensar en estrategias que se adecuen a sus necesidades y que les permitan hacer
elecciones deliberadas, en esta larga y difícil tarea que tienen de construirse una identidad.

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